I Concurso relatos de terror - Relatos

Abro este hilo para ir publicando nuestros relatos de terror

Por favor, no comentar en este hilo, para ello está este otro https://www.elforoplural.com/t1329-i-concurso-relatos-de-terror

Como el plazo no termina hasta después de navidades podremos editar nuestro relato para añadir o cambiar alguna cosa

La pequeña Tomb caminaba contenta hacia su casa, era el último día de clase y le habían dado las notas, seis notables y un sobresaliente, quería llegar cuanto antes para enseñar esas maravillosas notas. Tan absorta estaba en sus pensamientos que se equivocó de sendero y sin darse cuenta se adentró en el bosque. De repente unas negras nubes empezaron a cubrir el cielo, y unido a la frondosidad del bosque hizo que todo se oscureciera como si fuera de noche. Empezaron a caer unas finas gotas de lluvia y echó a correr hasta encontrarse con una puerta de hierro semioxidada, era la puerta del cementerio!! La lluvia arreció, la puerta se abrió con un horrible gemido y algo la obligó a dar un paso entrando en aquel camposanto. Un rayo desgarrador lo iluminó todo por unos instantes y vio aquellas lápidas cubiertas de musgo y aquel panteón que se erguía en medio de todo aquello con aire majestuoso.



De repente, una figura fantasmagórica se acercaba hacia ella, de su garganta salió un grito de terror, quiso correr hacia la puerta pero estaba paralizada, aquella figura se iba acercando cada vez más. Sacando fuerzas se levantó y fue hacia la puerta pero cuando llegó ésta se cerró de golpe. La figura estaba detrás de ella, muy lentamente se giró, un nuevo rayo estalló con un trueno ensordecedor y por un instante le vio la cara a ese ser que estaba encima de ella, y a pesar de tener el pelo alborotado, las cuencas de los ojos hundidas y faltarle un trozo de mejilla que dejaba al descubierto parte de su mandíbula, lo reconoció al instante. Era aquel muchacho que conoció unos meses antes y del que se enamoró perdidamente, pero no había vuelto a saber nada de él.



Echó a correr pero resbaló y cayó de bruces sobre una sepultura semiabierta, el muchacho se acercó y ofreciéndole su mano le dijo: "Tranquila, amor mío, estás a salvo". Fue en ese momento cuando se dio cuenta de la realidad ¡¡ella también estaba muerta!! El muchacho la cogió en sus brazos y juntos se adentraron en aquel panteón centenario. La noche ya se había echado encima, era la noche de Halloween

Huesos de cristal

De frente, un interminable pasillo iluminado. Al fondo una luz tan fuerte que los ojos se negaban a mirar hacía ella. Esa luz lo llamaba, ejercía una extraña atracción sobre él, que sentía como el pánico corría por el tuétano de sus huesos.

No quería abrir los ojos y ver lo que se escondía en aquel lugar tan extraño. Se encontró pensando que no vería nada, que estaba muy lejos, que debía ser valiente y dejar que sus párpados se abriesen, enfrentarse a su destino.

Lo hizo y un escalofrío a punto estuvo a punto de tirarlo al suelo. En esa luz estaba su madre, fallecida diez años atrás. Vestida con el sudario que la funeraria le había puesto, después de varias horas de espera, en la que él debía elegir el vestido que la acompañaría en su último viaje.

Nunca llegó a hacerlo. Se perdió en los aromas que desprendían, sus perfumes, su olor a madre, a amor, a cariño ciego, su confusión.

Su madre lo miraba encolerizada, sus cuencas sin ojos, le reprochaban cosas. Desplazó su mirada por aquella sábana blanca en la que la habían expuesto en público. Todo un día con su noche, envuelta en un sudario blanco, que ella jamás habría elegido para su entierro.

Por debajo de esas ropas, unos ojos, miles de ojos llenos de gusanos le miraban interrogante.

No pudo más, una arcada se le instaló en el pecho y quiso huir de esa pesadilla, no pudo. De pronto se dió cuenta que sus huesos eran de un cristal finísimo, que al contacto con cualquier objeto se rompían.

Sintió como esos cristales se le enterraban  en la espalda, en los pulmones, en todos sus órganos que gritaban locos de dolor.

Las cuencas de los ojos de su madre lo miraban sin piedad, con ojos de pequeños animales  que reptaban por ellas. Reproches, rabia, rencor, odio, por todo lo que ella le había dado y él, cobarde, no fue capaz de devolverle.

El pánico se apoderó de él, echo la mano al corazón que se la salía del pecho y al hacerlo éste se deshizo en mil pedazos. Aún tuvo tiempo para mirar sus manos manchadas de sangre con todos los huesos de los dedos rotos, retorcidos, dislocados...

Mencia.

Preparaos para temblar. Después de haber leído estos relatos aterradores puede que el mío sea una tontería, pero por intentarlo....

El seis de mayo fue el día más hermoso en la vida de Mariana. Pese a haber disfrutado de una infancia feliz, ella seguía sintiéndose sola. Se había cansado de pedir a sus padres un hermanito o una hermanita para hacer más llevadera su soledad, pero éstos estaban tan ocupados con sus trabajos que no tenían tiempo para cuidar a otro bebé.
El padre de Mariana conocía la soledad de su hija, y por eso ese día quiso darle un regalo especial. Se presentó en casa con un precioso perro de raza que haría las delicias de su hija. Sería su amigo perfecto y podría acompañarla en su soledad.
Los ojos de Mariana se iluminaron al ver aquel precioso animal y corrió a abrazarse a él como si se conocieran desde hacía años. Fue un amor a primera vista. El animal sintió inmediatamente el cariño de aquella niña y ella suspiraba al ver que aquel perro trataba de hacerse amigo suyo a base de lengüetazos y con ladridos y movimientos que denotaban sus nervios y su alegría.
¡Gracias papá! Gritaba la niña encantada con su regalo mientras que sus ojos se llenaban de lágrimas de emoción.
¡Le llamare Bongo!
Aquel padre emocionado abrazó a su hija y le pidió que lo cuidara con esmero y con mimo porque era un perro que había perdido a sus antiguos dueños en un terrible accidente y se sentía muy triste.
Pasó un año y niña y perro paseaban juntos todos los días. Corrían por el campo, iban a bañarse a la playa, se sentían felices cuando ambos estaban juntos.
Marina conoció la triste historia de Bongo. Un perro que sobrevivió al ataque de unos lobos cuando estaba junto con su anterior familia. Fue tan terrible aquello que Bongo permaneció un tiempo miedoso y desconfiado hasta que conoció el cariño de Mariana.
Una mañana de verano, cuando ambos corrían y jugaban por la playa, Mariana vio que Bongo se puso muy nervioso. Un perro a lo lejos llamó la atención del animal. Comenzó a gruñir y a ladrar. La niña se asustó porque no lo había visto nunca ponerse así y sintió miedo porque se pudieran enzarzar en una pelea.
Poco a poco otros perros comenzaron a unirse a aquel que vieron en un principio. Eran como siete perros que parecían pacíficos vistos desde lejos. Bongo gruñía cada vez con más fuerza y comenzaba a enseñar los dientes cuando aquel grupo de animales comenzó a correr hacia ellos. Una sensación de pánico invadió a Marina que no podía correr para libarse de ellos porque la playa era extensa y el lugar más civilizado estaba a tres quilómetros de distancia. Tenía que confiar en que Bongo pudiera defenderla en caso de que fueran atacados por aquellos perros salvajes.
Cuando parecía que el ataque era inminente y que estaba todo perdido, Bongo lanzó un agudo aullido y todos esos perros se detuvieron en seco frente a la niña. Bongo avanzó lentamente hacia ellos, los rodeó despacio, los olfateó, se acercó uno a uno y los miró a todos a los ojos. Después de hacer esto el perro miró a su dueña y volvió a gruñir. Sus ojos, antes de un azul cielo, aparecían ahora rojos e inyectados en sangre. Mariana no entendía lo que pasaba pero el terror hacía que le empezaran a flaquear las piernas.
Bongo levantó los labios en un gruñido terrorífico y enseñó unos colmillos que parecían los de un lobo enfurecido….y fue cuando de un salto se lazó al cuello de su dueña.
Mariana sintió cómo los colmillos de su mascota perforaban la carne de su cuello y sintió, tras este primer ataque, cómo el resto de los perros que allí estaban, comenzaban a morderle por todo el cuerpo arrancándoles grandes pedazos de carne.
Lo último que sintió es el aliento de Bongo cuando despedazaba su cara y le arrancaba parte de sus mejillas. Después de eso vino el silencio más absoluto.

Al día siguiente encontraron el cadáver de Mariana junto a Bongo que parecía mal herido. El perro estaba ensangrentado y con algunas heridas superficiales en una pata. Todos sintieron pena al pensar que el animal había sido herido tratando de salvar a la niña del ataque de unos perros salvajes.
Era tan buen perro bongo, que no tardó otra familia con una niña solitaria en adoptarlo.

El relato es bueno, Zampabol. El problema es que hay uno muy parecido circulando por la red.

Le he dado un puntito a todos. Mi preferido el de Mencia por su originalidad. Es un tema nuevo, lo de los huesos de cristal nunca lo había oído.

Mencia, tienes una forma muy personal de escribir y eso es muy importante. Autores hay muchos, estilo propio y reconocible solo los grandes escritores. Felicidades.

Artai escribió:El relato es bueno, Zampabol. El problema es que hay uno muy parecido circulando por la red.

Le he dado un puntito a todos. Mi preferido el de Mencia por su originalidad. Es un tema nuevo, lo de los huesos de cristal nunca lo había oído.

Mencia, tienes una forma muy personal de escribir y eso es muy importante. Autores hay muchos, estilo propio y reconocible solo los grandes escritores. Felicidades.

Vaya, no tuve intención de copiar a nadie pero......si lees el Licenciado vidrieras de Cervantes, verás que tampoco lo de los huesos de cristal es nuevo.
¡Ojo que no quiero quitar mérito a Mencia cuyo relato me gusta y me parece bueno, simplemente decir que es muy difícil hacer algo nuevo, totalmente original y sorprendente en diez minutos. Ya se ha escrito sobre casi todo.

Agradezco también tu crítica, aunque frente a ti siempre me vea derrotado por Mencía. ¡¡Hermosa forma de ser derrotado, por cierto!!

Aquí viene mi tochopost. Los que tengan terror a mis tochopost, ya me están votando (aunque no me lean. El miedo es libre, jojojo ). Joer....., me ha salido tocho porque me gustaba según lo iba escribiendo. Es que mis tochos solo me los leo yo, como hace Dorogoi con los suyos. Bueno, he puesto muchos puntos y aparte para que no sea totalmente un ladrillo. Aquí va:


Estamos en EEUU, años 20 del siglo XX, en un sórdido penal para mujeres olvidado de la civilización, alejado de cualquier núcleo urbano, en el medio oeste de los Estados Unidos. La presa número 23/34247 es el nuevo ingreso del día, Kathy Harvey, joven, menudita y muy inteligente que se le hace un mundo la condena por la cual ingresa en el penal: cadena perpetua.



He puesto la foto de Charlize Theron, interpretando a una criminal por cuyo papel le dieron el Oscar de Hollywood. Esa pinta tenía Kathy. La verdad es que la caracterización de Charlize Theron es muy buena, porque ella es mucho más guapa, y parece completamente distinta al papel que hizo de la criminal.

Pues como estaba contando, la reclusa Kathy Harvey, criminal condenada a cadena perpetua, no verá la luz del sol en libertad. No. Eso no puede ocurrir. Pero no tiene más opción que intentar una fuga del penal, sola o acompañada. Pero antes tendrá que informarse de la gente con la que está, de los funcionarios de prisiones, de las infraestructuras de la prisión. Le llevará meses, pero tiempo es lo que le sobra. Pero, desde el primer día ya se conjuró que no acabaría sus días en aquel sórdido penal.

Inteligente y guapa, aunque la mala vida le haya marcado alguna cicatriz en su cara, Kathy está dispuesta a desplegar todas sus dotes de seducción: a sus compañeras, a sus carceleros, a todo lo que se mueva. No se va a meter en peleas, reyertas y conflictos, sino que va a intentar pasar por una “presa modelo”, aunque no le sirva como atenuante ni le rebajen la condena. El caso es poder tener un amplio abanico de contactos que lleguen a todos los niveles. Pronto comprendió que es imposible intimar con los carceleros, personas que están allí después de exámenes psicológicos y que no se van a conmover por la triste historia de una mujer guapa. Tampoco puede contar con sus compañeras de prisión, lumpen de la peor ralea que se van deteriorando según pasan los meses en prisión. Tiene miedo Kathy de que a ella le pase lo mismo, pues las condiciones de la cárcel son deprimentes.

Kathy consigue un trabajo como ayudante en la estafeta de correos. Se puede enterar de muchas cosas a poco que indague. Su buen comportamiento hace que sea recomendable para distintos puestos en la prisión, donde ella va indagando buscando un resquicio donde vea alguna grieta en el sistema de seguridad. De la estación de correos de la cárcel, pasa al gabinete médico. Allí ve las situaciones penosas de las reclusas, como van enfermando, y la ausencia de medicamentos potentes, que hace que una mísera gripe o enfermedad infecciosa termine llevando a la tumba a las presas. El médico tiene mala fama entre las reclusas y allí Kathy está poco tiempo. Su siguiente lugar al que echa mano es la cocina. Mmmmmmm, cada día entran camiones y salen con los suministros para la cárcel. Bidones, bolsas, cajas… un laberinto donde poderse esconder y burlar la vigilancia…, pero por eso mismo, las entradas/salidas del comedor hacia la carretera de acceso al penal están vigiladísimas. Intenta intimar con el cocinero y sus pinches, pero no es suficiente y no se atreve a plantear ningún proyecto de huida. Cualquier indiscreción de sus intenciones con sus amigos cocineros que fuesen desveladas a las autoridades haría que Kathy cayera en desgracia. Quería mantener su imagen angelical y de reclusa ejemplar. Además, todo lo que entraba, todo lo que salía en cuestión de comida al penal, era extremamente revisado por los guardias de seguridad del recinto. No solo tendría que tener de su lado a los cocineros, pinches y ayudantes de cocina, sino también a los guardias, tarea imposible. Kathy desesperaba. Estaba harta de ejecutar su papel de chica buena y a punto estuvo de dar una patada a todo y mandarlo al traste.

Volvió al gabinete médico. Las reclusas morían por una epidemia de tifus. Las condiciones sanitarias eran mejorables…  y quedaban décadas para que se inventaran los antibióticos. Del gabinete médico pasó a servir al servicio de enterramiento. No era un trabajo continuo, sino que tenía sus rachas. Lo mismo en una semana morían varias reclusas que luego se pasaba un mes sin ningún fallecimiento. El enterrador jefe era un hombre escuálido, enfermizo y con ese aspecto clásico que tienen los enterradores del lejano oeste. Solo le faltaba el buitre como mascota. El trabajo sería repulsivo para mucha gente, pero hay que hacerlo…, y a Kathy se le iluminaron los ojitos cuando descubrió que la vigilancia era mínima, en comparación con el comedor. Cuando moría una reclusa, se la enterraba en el cementerio de la prisión, al otro lado de la iglesia. Acompañando al enterrador y sus ayudantes, Kathy pudo comprobar que el cementerio estaba extramuros de la prisión, y la tapia del cementerio era franqueable. La excitación se apoderó de ella. Por fin había encontrado un resquicio en la prisión. Cierto que mientras enterraban a la difunta, un piquete de guardias y el conductor de un camión estaban allí junto a los enterradores. No podía escapar en ese momento porque sería un blanco fácil para los guardias. Pero había que pensar algo.

Le llevó varios meses “tangarse” al enterrador. No ya solo por su belleza natural, ante la cual cualquiera podría tener algún recelo, sino con burdas mentiras: construyó una historia de un marido y unos hijos a los que le faltaba la madre en prisión, de forma que cada mes se escaqueaba para “recibir” la visita de su inexistente familia, bajando luego a llorarle las penas al enterrador. Pero cada uno tenía sus propios problemas: el enterrador había mandado su curriculum a un hospital en el estado de Nueva York, en el que había puesto sus esperanzas para abandonar el sórdido penal. Quería salir de allí, pero con un puesto de trabajo asegurado. Creía que tras tantos años de servicio le puntuaría para el puesto en el hospital neoyorquino, pero se retrasaba la resolución. Pero sería cuestión de tiempo el que al final le diesen algún puesto fuera del penal. Ya era bastante mayor y sus últimos años laborales los quería pasar en un ambiente urbano más amable.



Ya ha visto muchos enterramientos de reclusas. Todo el operativo es el mismo. Kathy ya no va a cambiar más de trabajo, aunque le reclamen de otros sitios. Está buscando el momento oportuno de plantearle la “situación” a su jefe, el enterrador. Tras muchos meses “actuando”, Kathy plantea la “desesperación” sobre la vida de su familia. Sin ella, van al hundimiento, empezando por “su marido” y luego “sus hijos” sin una madre que vele por ellos. No tiene más remedio que salir de prisión, y el enterrador es su última esperanza. Se juega todo su prestigio Kathy, pues como el enterrador diga algo de las pretensiones de la reclusa, se acabó todo…, pero, es convencido.

¿Qué hacer? Es muy fácil. Mientras el ataúd con la reclusa muerta va en el camión, ningún guardia va a levantar la tapa y quitar el sudario para ver la muerta. Luego, tras el enterramiento, los guardias desaparecen y el enterrador haría el trabajo contrario, siempre contando con hacerlo de noche de forma que nadie esté presente para verlo. Una vez desenterrado el féretro, la huida es fácil porque la tapia es fácilmente escalable. Y una vez fuera, la libertad. Solo hay que hacer de tripas corazón ante semejante situación, pero la libertad lo vale todo.

Ahora hay que esperar a una muerta que sea adecuada. Kathy ve con desesperación a compañeras suyas flaquitas que serían las candidatas perfectas, y que no dudaría en matar para acelerar el proceso, pero prefiere andar con paso firme, aguantar antes que dar un paso en falso. Una muerta “gorda” haría que no cupiera Kathy junto a ella en el ataúd. Kathy es flaca y delgada, y cabría con una muerta liviana, pero no con una gorda. Pero no se agobia, pues gordas no hay en el penal. Tísicas y esqueletos vivientes es lo que más abunda en la cárcel. No debe tardar mucho en llegar la próxima muerta…

Pero…………., un imprevisto está a punto de chafar un plan que estaba ya en la recta final. Le llega una carta al enterrador: de Nueva York, del hospital al que mandó su curriculum. ¡Es la respuesta!..., ¿Dónde están mis gafas?, pregunta en enterrador. La rabia ciega a Kathy porque es más que probable que haya sido elegido para el puesto que pedía y se iría del penal dejando a Kathy sin su plan. Actúa rápido Kathy y sin que se entere el hombre, tira las gafas al suelo y las rompe. “Que inoportuno incidente, léeme Kathy la carta”

“En el escrito que ahora recibe le notificamos que se ha desestimado su propuesta para el puesto de xxx en el departamento neurológico del hospital xxx de Nueva York”

“Fecha tal y tal, NY…”

Lo ha leído Kathy. Se lo ha inventado. Ha mentido. Ha sumido al pobre enterrador en una profunda depresión. Vuelta a empezar… pareciera que estuviera atado a aquel penal y no pudiera salir. El disgusto del enterrador es mayúsculo y sale de la escena. Kathy ahora sonríe de forma maliciosa, diabólica. ¡Qué cabrona! Su “salvoconducto” seguirá con ella. Por un momento pensaba que lo perdía. Volvamos al plan. En busca de la muerta perdida que sea su pasaporte hacia la libertad.



Llega al día siguiente. Efectivamente, hay en la estancia una muerta amortajada en un ataúd. Y es poca cosa. Es mediodía, y el enterramiento será a la caída de la tarde. No hay tiempo que perder, tiene que meterse dentro del ataúd, junto a la muerta. Ha hecho bien en no beber agua, pues tendrá que pasar varias horas dentro del ataúd y sería bastante engorroso tener un apretón. Silencio sepulcral, pues cuando vengan los mozos a cargar el ataúd, no deben oír nada. Y luego los guardias que vayan en el camión no deben notar nada. La comitiva viene al caer la tarde y empieza la procesión.



El traqueteo del camión cesa. Ya ha llegado al cementerio. En un momento notará el vaivén del traslado y la puesta en el hoyo excavado. Ya está. Oye paletadas de tierra y luego el silencio. Se han ido. Solo toca esperar.

Sí, es cierto que nadie en su sano juicio estaría enterrado junto a una muerta. El olor a formol que desprende el cadáver es asqueroso y se mete hasta en el tuétano. Pero, con solo pensar que al día siguiente estará libre, la emoción embarga a Kathy. Mejor no pensar en la muerta.

Pasan las horas…. Se hace de noche….. De madrugada vendrá el enterrador a desenterrarla.
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Qué larga se hace la espera en semejante sitio claustrofóbico. Los minutos parecen horas. Las horas parecen días… Mejor dormir un poco, pero…., la tensión y la adrenalina impiden dormir. Siguen pasando las horas… Pues no viene nadie al rescate. Esperemos más tiempo….. Más horas……….. Tiene que venir de noche, porque cuando salga el día ya no podría actuar en plena oscuridad; sería visible todo, desde el desenterramiento como la huida. Cualquiera que pasara a lo lejos lo vería todo. Tiene que venir antes del alba.
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Empieza el temor. ¿Y si el enterrador ha sido tan diabólico de tender esa trampa a Kathy y no ir a rescatarla?. Hay que ser maligno para ello, y el enterrador no lo era. Pero……., ¿y si….? Solo la duda empieza a corroer la confianza de Kathy. El paso del tiempo hace aumentar el miedo. No es lógico porque si el enterrador dudase, habría “cantado” a la policía y se habría acabado el pastel antes de empezar. Solo un alma maligna podría hacer eso. No, el enterrador no es así. El olor a formol va desapareciendo y empieza a oler mal. Kathy se cansa y va a encender una cerilla para ver qué hora es: ………. Las 5:30….. queda media hora para que amanezca. Antes de apagar la cerilla, ha mirado de reojo al bulto ensabanado que le acompaña. Una duda inquietante le invade. ¿Quién será la reclusa fallecida?. No la ha visto en la morgue, así que no sabe quién es. Descorre un poco el sudario para ver la cara, la cara de un cadáver desencajada con la mueca que la muerte dibuja en la cara de los difuntos. Una mueca entre gritando y riendo…., pero no es ninguna reclusa muerta. Es el enterrador el que yace muerto junto a Kathy.

He podido leerlo entero sin tomarme un café bien cargado y no está mal. Daré mi puntuación cuando lea el resto.

Hadrian salia temprano todos los dias para trabajar la tierra. Su nombre era con “hache” como la Hadrian’s wall que dividia Inglaterra en dos. Poseia animales y un establo al lado de su casa. Pocas personas visitaban su finca y esto lo hacia un tanto taciturno. Su hermana habia venido a hacerle una visita para pasar unos dias con el y recuperarse de una enfermedad que le provocaba sufrimiento. Ella se acomodo’ en la pieza de huespedes del piso de arriba convencida de que nada es tan bueno como el aire de campo para mejorar cualquier padecimiento.
 
Hadrian trabajaba la tierra y salia de la casa solo de dia porque de noche sucedian misteriosas cosas en su campo. Lamentaba que estas cosas ocurriesen justo cuando su hermana lo visitaba. Jamas se alejo’ de su casa cuando la oscuridad abrazaba su morada debido a los recuerdos de historias que le narraba su padre que de algun modo habian marcado su infancia. Era en sobremanera asustadizo y no se aventuraba en nada que no considerase seguro.
 
Era normal ver muchos animales correr a sus madrigueras cuando el atardecer devenia tiniebla y muchos otros que salian en busca de sus presas. Un trajin rutinario de quienes pueblan la vida nocturna.
 
Ultimamente, desde que su hermana habia llegado de visita, varios vecinos de campos colindantes se lamentaban de las apariciones nocturnas de centenares de grandes bestias salvajes que la negrura de la noche no permitia identificar en lontananza. Atravezaban los campos con repentinos movimientos lanzando gritos identicos a gemidos. Sus patas provocaban un grave y seco sonido al correr que el silencio de la noche permitia escuchar en la lejania. Ninguna huella encontraban quienes iban a controlar al dia siguiente. Las robustas bestias se veian del tamaño de un toro con patas musculosas y agiles; aun asi, no dejaban rastros al pasar.
 
Una cierta noche, que podriamos definir serena, la enfermedad de su hermana se agravo’; Hadrian no dudo’ que debia llevarla al pueblo mas cercano donde daban asistencia medica y se apresuro’ en busca de su auto. Lo detuvo frente a la puerta de casa, ayudo’ a su hermana a descender las escaleras, a acomodarse en los asientos posteriores y cerro’ dando un portazo. Urgentemente encendio’ el motor, las luces y partio’. Debia recorrer mas de medio kilometro entre los campos para poder alcanzar la ruta principal y, desde alli, otros cinco kilometros hasta el pueblo.  
 
La noche era calma y muy oscura. Mientras manejaba hacia la salida de los campos la tranquilidad se quebro’ de repente por los gemidos de las bestias y el tronar ensordecedor de sus patas en carrera. Apresuro’ su auto rumbo a la calle principal para salir de los campos y alejarse de alli. No lograba ver que tipo de bestia eran y solo el ruido advertia sobre su presencia. En esos momentos de ansia y espanto penso’ solo en acelerar y huir de ahi, cuando las bestias comenzaron a correr en circulo a su alrededor impidiendole avanzar y llenando el auto de polvo haciendo mas confusa la vision.
 
La dificultad para avanzar se entorpecio’ mas aun hasta quedar detenidos en un mismo lugar cuando, subitamente, las bestias desaparecieron del mismo modo en que habian llegado, como si alguien moviese un interruptor, dejando confusion y silencio; un silencio profundo como si sus oidos no escuchasen mas nada. Miro’ a su hermana para ver como estaba y noto’ que yacia en el asiento inmovil y sin sentido. Trato’ de ayudarla a recuperase y en su intento pudo advertir que habia fallecido; quedando en su rostro una expresion de horror con ojos de espanto.
 
Llego’ a la ruta en una inutil carrera por alcanzar la asistencia pero solamente arribo’ al centro medico para constatar que ella habia muerto.
 
Una gran pena afligio’ a Hadrian por mucho tiempo y las bestias nunca mas aparecieron, dando a entender que solo la muerte de su hermana era el objetivo de sus visitas.
 
 
 
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OK, OK, ya se’ que no hay sangre ni pedazos de carne por todos lados, pero la hermana estiro’ las patas: algo es algo.

Los juegos de Marta

Marta se pasaba las mañanas sola en casa. Sus padres trabajaban en la huerta, que era su pasión, plantando todo tipo de vegetales que después le obligaban a comer.

Marta se sentía olvidada por ellos. Le querían más a sus verduras y animales que a ella que acurrucada en un rincón jugaba con sus muñecas a ser mamá.

Sus hijos e hijas, tenían todos los ojos azules y una melenas rubias y rizadas que Marta envidiaba. Ella era morena de ojos color castaño, de pelo lacio y no tenía ropas tan bonitas como las que lucían sus muñecas. Todo lo que había a su alrededor era más bello que ella. Los tomates rojos le parecían fascinantes, los pimientos, le gustaban todavía más, mezclaban el rojo con el amarillo y verde y quedaban tan bonitos en la cesta...

A medida que pasaban los días, comprendió que era normal que no la quisieran, no era de colores no tenía rizos de oro y ojos de cielo como sus muñecos. Todo era tan bello que su fealdad resaltaba en medio de tanta paleta de colores.

Tenía que hacer algo rápido o quedaría relegada al silencio de sus progenitores para siempre. Comenzó, sacándole los ojos a las muñecas, arrancándoles el pelo, tirando y aplastando los tomates, rebozando en el barro los pimientos, todo lo que le parecía bello lo destruía para esconderlo en un cuenco que escondía debajo de la cama.

Por la noche, mientras dormía, Marta miraba los ojos azules de sus muñecas muertas. Los metía en una copa con agua y jugaba a ahogarlos, intentando borrar el brillo de su hermosura.

Y Marta creció y sus padres siguieron con su huerto mientras ella iba al colegio. Cuando volvía, la miraban de forma extraña y apenas le hablaban, las cosas que Marta hacía habían conseguido que además de ignorarla sus padres la temieran.

Una noche oscura, sin luna ni estrellas en las que Marta no podía dormir, sintió reír a sus padres. Esa risa le oscureció el alma. Se levantó de la cama y fue a ver que hacían. Todos los besos que a ella no le daban, se los repartían entre los dos. Besos y risas, risas y caricias.

Los miró con envidia, que se convirtió en desprecio en apenas un minuto. En la cocina había un cuchillo jamonero y otro más grande con que se mataba el cerdo. Así era ella, igual que el cerdo que todos los años mataban en casa. Lo alimentaban con verduras, como a ella y cuando éste crecía lo desangraban mientras esté gritaba con pavor. A ella le desangraban el alma con su indiferencia.

Solidaría con el animal, pensó que lo mejor era hacerle a sus padres lo que éstos le hacían al cerdo al que luego comían. Mientras pensaba esto las sonrisas, los cuchicheos, las caricias cesaron. Era su momento. Se acercó a la cama con un cuchillo en cada mano y le hizo lo mismo a sus padres que ellos hacían con aquel animal que despreciaban como a ella. Después, por esa costumbre adquirida de pequeña cuando la dejaban sola con sus muñecas, le arrancó los ojos, lo metió en una copa de agua y jugó con ellos a ahogarlos. Enseguida se aburrió, no eran tan bonitos como los de sus niñas muertas.

A Marta la llevaron a un colegio donde también había niñas de ojos azules y pelo rubio y rizado. Por las noches, se levantaba y jugaba a su juego preferido, arrancar ojos azules, meterlos en una copa llena de agua y ahogarlos hasta que perdieran su belleza.
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Con este gano seguro.

Aunque se sospeche el final es igualmente impactante y terrorífico. Aún diría más, Nunca jamás se escribió una historia tan aterradora y original.

Vamos a ello


Cuando Marco se despertó sólo recordaba el fuerte golpe que recibió en la cabeza por parte de sus secuestradores. Dolorido y aún semiinconsciente se vio atado a una especie de mesa de operaciones donde un hombre le estaba cosiendo unas heridas abiertas en el pecho. No era un médico pues no tenía ni uniforme de médico, ni mascarilla ni nada que le indujera a pensar que estaba en un hospital.

No supo si le despertó el fuerte dolor de cabeza o el entrar y salir de aquella aguja en su carne sin ningún tipo de anestesia.

.- Bien, ya hemos terminado.- dijo aquel hombre. .-Ya le hemos implantado los sensores que controlarán su respiración. Llevadlo a la habitación.-

Marco intentó resistirse inultilmente y apenas pudo preguntar qué estaba ocurriendo.
Entre risotadas aquel que le hizo tanto daño y otro que estaba con a su lado comentaron: ¡Con este nos vamos a divertir jajajaja!  Reían con ganas casi de forma histérica.
Lo condujeron en la camilla y lo introdujeron en una habitación totalmente vacía. Cuatro paredes de hormigón en la que no había absolutamente nada salvo una cámara de vigilancia en una esquina y una bombilla.

Marco, totalmente desnudo se sentó en una esquina a esperar que su suerte cambiara y se quedó dormido.

Cuando despertó, juraría que aquella habitación era más pequeña que cuando entró. No había notado cambio alguno pero estaba seguro que la pared que tenía enfrente estaba más lejos la primera vez que la vio.
Se levantó y fue a comprobar qué podía haber cambiado. Tocó aquí, allí, miró estudió, pero no vio nada...pero de pronto, notó que el muro que tenía enfrente se había acercado levemente a sus pies. Se agachó para comprobarlo y pudo observar cómo con levísimos avances aquella pared se iba acercando a él al mismo ritmo que él respiraba. Trató de empujar en sentido contrario con todas sus fuerzas, pero el esfuerzo le hizo jadear y entonces se dio cuenta de que con cada espiración potente que hacía, más rápido se movía aquella masa de hormigón hacia él.
Marco se puso muy nervioso intuyendo el final que podía tener aquello, y su respiración acelerada, aceleraba más aún el movimiento de aquella pared hacia él. Trató se serenarse, pensar en una solución, ver alguna forma de escapar de allí, pero no tenía absolutamente nada a su alcance con qué ayudarse. El pánico poco a poco se iba apoderando de él y cuanto más jadeaba, más rápida iba la pared a su encuentro.
No tardó en empezar a verse aprisionado. Sentado en el suelo, con la espalda contra un muro y los pies y las manos contra el otro, intentó no respirar. Al no hacerlo la pared se detenía, pero no era mucho el tiempo que lograba aguantar la respiración. Entonces probó a respirar de muy poco en poco para ver qué ocurría, y pudo ver que el movimiento que llevaba aquella masa de hormigón hacia él,se ralentizaba pero no se detenía. Marco expulsaba aire y la pared avanzaba.
Comenzó a gritar y pedir socorro, y ahora con cada respiración descontrolada, sentía cómo aquella masa ya empezaba a comprimirlo seriamente. ¡No sabía qué hacer! Recordó lo de los sensores de respiración y en una posición en la que apenas se podía mover, trató de abrirse la carne para extraerlos, pero el supuesto médico le había cortado las uñas al ras de la carne y todo intento de abrir las heridas era en vano.
Sus brazos y piernas, apoyados entre las dos pareces quedaron como obstáculos que deberían impedir el desenlace final y un dolor horrible hizo que tuviera que aguantar la respiración para que no fuera aún más doloroso.....¡pero tenía que respirar! ¡¡Tenía que respirar
¡El chasquido de los huesos de su brazo derecho al romperse sonó como un latigazo y el dolor era insoportable, pero no podía ni gritar ni jadear puesto que cuanto más jadeaba más sentía la presión y el dolor en su otro brazo y piernas. Respiraba con dificultad, apenas un hilo de aire entraba y salía en sus pulmones.....¡crash! el hueso del otro brazo también se quebró y soltó un alarido acelerando su propio final.
Sus piernas se partieron y llegó el momento en el que su cráneo quedó cómo único obstáculo para que ambas paredes no se encontrasen.....con sus pulmones totalmente oprimidos, le era imposible llenarlos de aire para terminar lo antes posible con esa tortura...

Un pequeño suspiro y su cráneo a punto de estallar, otro agónico suspiro y otro milímetro que avanzaba la trampa mortal....era casi imposible respirar pero tenía que hacerlo.......hasta que su cráneo se partió en dos como un coco cuando cae al suelo.


En ese momento el silencio fue roto por las carcajadas de aquellos dos hombres que lo contemplaban todo a través de la cámara.

La siguiente es una narración sin narrador, es así por necesidad, porque hay que hacer uso de las palabras para dejar constancia de la descripción que a continuación se presentará, es así porque, para que exista un narrador, debe estar vivo y no hay seres vivos en este relato, no hay oídos que oigan ni ojos que vean, no hay ni siquiera muerte porque la vida humana es la condición necesaria de ésta y está ausente aquí. Esto es como el fluir del viento que descorre y levanta las cortinas de las ventanas hasta pegarlas al cielo raso o techo falso dejando percibir al observador curioso lo que hay dentro de la casa. No hay en este texto nada lóbrego, tenebroso, triste, ni siniestro; no hay día ni hay noche; no hay tiempo; no hay risas ni lamentos; hay únicamente vestigios de existencia, sobras por donde se mire, descomposición revestida de una quietud aparente. En la cocina de una casa cualquiera hay un plato hondo y redondo con cereal de rueditas de colores sobre un desayunador al lado de un radio encendido que sólo transmite interferencia al que una fila de hormigas coloradas y pequeñas accede desde no se sabe cuál resquicio de las paredes, la fila baja, o sube, por una de las hileras de bloques de concreto que son el soporte del mueble hasta que se topa con un cuerpo recostado a esa suerte de base y se bifurca, unas bordean el cuerpo repleto de sangre no importa si fresca o seca y otras lo inundan y se esparcen por la camisa y en torno al cuello el cual está agujereado lateralmente por un cuchillo de cocina que se sostiene escasamente y que ingresó débilmente apenas alterando las fibras más externas de ese pescuezo degollado. En otra habitación con una cama y una cuna al lado yacen en la primera, bajo una almohada como aplastada a ambos lados por unas manos adultas y sobre unas colchas y sábanas en desorden como si fuera producto de un leve forcejeo, los restos verdeazulados amoratados de lo que fuera en vida un hermoso y sano bebé y recostado sobre la ventana de vidrios rotos hay un cuerpo de mujer con cortes en la frente, estómago, brazos y cuello, colocado como si hubiese roto la ventana con su cuerpo impactando primero la cabeza y cayendo de panza sobre los vidrios rotos que se mantuvieron pegados al marco y habiendo agarrado un cristal filoso para introducirlo severamente en la zona cercana a su yugular, en el piso del lado externo de este cuarto hay muchísima sangre manada de esa garganta cercenada. En las afueras de la casa el viento bambolea un cuerpo colgante amarrado del cuello a una rama de un árbol por una tira gruesa de cuero y tendido a unos metros está tumbado boca abajo el cuerpo de un niño en edad escolar con un fino hilo de sangre mezclado con algo blanco que sale de su cabeza y se despliega por las ranuras de los mosaicos de la acera en que su mollera impactó después de presumiblemente haberse precipitado al vació desde una de las frondosas ramas del árbol en que pende el mísero ahorcado. Al otro lado de la calle hay dos cuerpos baleados, dos señoras de mediana edad; a unos 20 metros siguiendo la acera de enfrente y alejándose de la casa de que partimos hay un cuerpo con uniforme de policía con la sien izquierda despedazada y un arma atada a su dedo índice. En la casa de al lado, escenas similares; en el jardín de la casa del frente, muy cerca de las señoras que murieron acribilladas por el condenado policía, en un barril de plástico lleno de agua hasta el tope flota el cadáver de una niña cuya rubia cabellera quedó desperdigada por los bordes externos del tonel cuando quiso fluir con el agua que se desbordó al ser introducida en la cuba y haber desplazado el contenido acuífero, su madre yace al lado con sus ropas ya no mojadas pero sí ennegrecidas como si hubiera luchado terriblemente y se hubiera desparramado en el suelo, está aparentemente intacta pero tiene atisbos de espuma blanco verdosa  que manaron de su boca. Unos grandes ojos verdes abiertos aún se perciben enrojecidos por un llanto previo. Y así todo, alrededor del mundo así todo, autoflagelación por donde se quisiera mirar: ahorcamientos, ahogamientos, envenenamientos, cortes de cuello con vidrios y picos, con cuchillos de cocina, saltos al vació desde árboles, edificios y puentes, disparos, atropellos y choques, electrocuciones. Y así también todos: si los más chicos tendían a quedar salvos, una mano de muerte venía a su rescate y los asfixiaba o los reventaba contra una pared o contra el piso. Los decesos no fueron agónicos, ninguno, fueron muertes violentas e inmediatas, involuntarias también.

Sólo resta decir que como nadie sobrevivió, nadie tampoco se preguntó sobre el origen o las causas de tan desafortunado evento que supuso el fin de lo que conocían.

Va mi relato de terror. ¡Vas a ver Tombita por incluirme en la lista de concursantes! Jaja, no es cierto, pero me cuesta trabajo escribir sobre algo que me imponen. Espero que les guste.



Joel intentó escapar de la justicia, pero de ella nadie escapa y tarde o temprano tenía que enfrentarla. Un robusto árbol detuvo la desquiciada carrera con la que pretendía huir, su cuerpo no resistió el impacto y la vida se escapó en un instante. Su cuerpo quedó sobre el asiento del automóvil que conducía.

Joel era un bandido, un ladrón, y en esa actitud deshonesta terminó por asesinar a un joven que se resistió al asalto. Además de atracador, se convirtió en asesino, pero ahora, un árbol tomó el desquite.

-¡HOLAAAA PRIMOOOOOOR!- Se escucha una aguda, grotesca y gangosa voz salida de entre todos aquellos árboles que custodian la escena del accidente. Es Behemoth, repugnante demonio de rasgos femeninos, pero con ligero bigotillo y una descomunal y filosa nariz. Su cuerpo está cubierto de llagas que explotan a cada instante y de ella salen burbujas repletas de miasmas infernales. Ha saludado al muerto, a su nueva pertenencia, como lo hace cada vez que se encarga de impartir justicia.

De pronto, Joel abre los ojos. Sí, ese cadáver obedece a la voz y dirige la mirada a su inmundo dueño. En su corazón nace el terror. Aún muerto, ese músculo es presa del pánico y comienza a latir con desesperación absoluta. El demonio le sonríe y esa sonrisa, ese rostro se asemejan más y más al de su madre.

Aquel demonio inicial el baile, la danza de los proscritos. Sus movimientos son bufonescos y espantosos y de esas horrendas llagas que cubren su obeso cuerpo, brotan rostros agónicos formados por efluvios verduzcos y asquerosos.

Ahora lanza esputos, hacia la izquierda, hacia la derecha, mientras gira y da piruetas en el aire y el viento, fiel a los designios del averno, los sostiene en sus maromas. De los escupitajos comienzan a formarse cuerpos, primeramente gelatinosos. Son mucosas antropomórficas que se jalan de los pelos mientras danzan como saltimbanquis y de a poco, se forma su carne, putrefacta. Bailan y bailan, con sus cuellos rotos y torcidos, con las rodillas como de perros, dobladas al revés, con los ojos saltones y las bocas desarticuladas. Nace un coro de aullidos lastimeros de esos danzantes. ¡Son los condenados, los eternamente condenados! Su rostro desfigurado por el dolor, la podredumbre y el castigo lo atestiguan. ¡Vamos, denle la bienvenida al nuevo!

¡Así, así serás convertido Joel! ¡Serás testigo de esa transfiguración infernal, oh criminal, estúpido y miserable asesino!

Joel es un cadáver aterrado, mirando el espectáculo de su porvenir y mientras sus ojos salidos y sangrantes observan aquel ballet sin parangón, se escucha un estridente zumbido que llega del oeste. ¡Son las alimañas que vuelan al festín que brindará su cuerpo! Pero también su vientre se inflama y del ombligo comienzan a salir las larvas y los gusanos, bichos rastreros que comienzan a consumirlo.

-¡Aaaaaaauuuuuhhhh!- Un espantoso aullido es pronunciado por su ser, que sale más de su alma que de su boca, porque un cuello partido en dos y una lengua negra y colgante en nada ayudan a proferir el grito.

Su piel amoratada comienza a deshacerse y a caer en jirones, los dedos de las manos se le doblan al revés, las orejas y los párpados cuelgan, vencidos. Todo lo ve, todo lo siente y sobre todo le aterra. Las risotadas, las piruetas, los aullidos, los zumbidos, el silbar del viento, es una orquesta tocando la sinfonía del infierno.

¡Despierta, despierta Joel! ¡Despierta que tu corazón ha perdido el control y en cualquier momento puede sucumbir! ¡Vamos, despierta y respira profundo! Ha sido un solo sueño, una horrible pesadilla, una más de una serie de vivencias oníricas que te vienen castigando desde que mataste a aquel muchacho. Así es, la mano de la justicia divina te ha alcanzado y te castiga con el peor de los sentimientos: el remordimiento.

¿Creíste poder huir de la justicia? No Joel, no se puede, tarde o temprano te alcanza y la infamia se paga caro. Te encuentras vivo, pero por dentro estás muriendo infinitas muertes. Vívelas, súfrelas, que aunque solo en sueños recuerdes tu crimen, tu corazón despierta horrorizado y tu memoria destrozada y cansada. ¡Así es el brazo de la justicia!

¿Pero qué haces Joel? ¿A dónde corres? ¿Qué buscas con tanto ahínco? No puedes escapar, no puedes. La mochila roja, tomas la mochila roja con premura y desesperación. ¿Qué buscas en su interior? ¡Una pistola! ¡Vas a tragar plomo! ¡No, es al corazón!

¡PUUM! El sonido hueco retumba en el solitario cuarto. Joel, te desangras, ese líquido vital se escapa hacia la alfombra. Lo has hecho, has huido hacia la nada. Sea pues lo que has deseado en estos últimos meses, descansar, encontrar la paz que solo la ausencia de vida puede brindar y comenzaste por el corazón, la parte más asustada de todo tu ser. ¡Vamos, descansa! Está casi vacío tu cuerpo, el charco rojo que se forma a tus pies es tan grande como tu deseo y como el terror que dejas atrás. Se cierran tus ojos, duerme, duerme para siempre y siente la paz de la nada.

Todo es silencio y quietud en su cuarto, todo, todo, ¿todo?

-¡HOLAAAA PRIMOOOOOOR!-



Autor: Parzival. (uso pseudónimo, jojo)

Que se acaba el año y se me olvidaba poner el segundo relato. Este será más corto que el otro. Es que el otro se desarrollaba durante muuuchos meses…, pero este solo es de un día (al final me ha salido también tochil.... Es que no tengo remedio) (tengan piedad de mi pobre alma). Se llama…






…, y comienza con una llamada de teléfono.


- Fontanería Pérez, dígame
Al otro lado la voz de una mujer angustiada
- Por favor, ¿pueden venir a mi casa?. He golpeado sin querer a una tubería, y está poniendo todo perdido de agua.
- Se trata de un urgencia, por lo que veo, ¿no?
- Sí, sí. Vengan cuanto antes
- Ahora mismo mandamos un técnico.

El técnico se planta en pocos minutos en la casa de la mujer afectada, calle del Pez, 5. 2º B. Llama a la puerta, toc toc toc…., mientras está oyendo desde fuera como corre el agua, sonando el previsible charco que se ha hecho. Se abre la puerta…., la dueña con la bata y los rulos, le atiende. Pasa el fontanero que mira alrededor buscando el sonido del agua que había escuchado puertas afuera. Ve que es una casa con un estilo……., como lo diría…., quizá un poco pasado. Aseada y limpia la casa, pero esos manteles, esos papeles pintados en la pared, esas lámparas son más de años 70 que ahora. La misma mujer, de unos 55-60 años parece sacada de esos años.

- ¿Me dice donde está la avería? Estoy oyendo el ruido del agua...
- Sí, sígame.
Y ve el espectáculo que corre bajo la puerta del baño. No un charco sino un diluvio salía bajo la puerta.

- Vamos a ver……. (mira el fontanero el lavabo y la tubería que ocasionaba el charco)… Antes voy a cerrar la llave de paso para que no siga saliendo agua. ¿Sabe dónde está?
- (la mujer pone cara de póker). Pues ….
- No andará lejos
En efecto, fuera del baño, en la pared de la cocina, hay varias llaves. Cierra el fontanero y para la cascada de agua. – Para otra vez, ya sabe que para eso están las llaves de paso, y no le quede la casa inundada como está. Voy al coche a coger herramientas y mientras recoge el agua, ¿vale?

Baja y vuelve el fontanero, arregla la tubería, cambia tal cosa y comprueba que todo está bien.

- Ya está, señora. Todo arreglado
- Muchas gracias. La verdad es que no sabía qué hacer y me agobio mucho. Si no es por usted…
- Ná…, no es nada. Nada es eterno, y menos una tubería.


El día siguiente, por la mañana, en Fontanería Pérez suena el teléfono de nuevo.

- Fontanería Pérez, dígame
- Por favor, ¿pueden venir de urgencia?. Estoy otra vez con la tubería que no sé que la pasa, que ha reventado y ha encharcado el suelo del cuarto de baño.
- Tomo nota. Ahora mandamos un técnico.
- Ya llamé ayer. Algo ha debido fallar del arreglo de ayer porque estoy igual.
- Ok. Irá el mismo técnico que fue ayer

El fontanero está con la mosca detrás de la oreja. Si vio que todo estaba bien, ¿qué podría haber pasado?. Bueno…, quizá el trozo de tubería que puso estuviera defectuoso…. No lo puede saber hasta que vaya a verlo. Y se encamina de nuevo para el piso de la calle del Pez, 5. 2º B.

Toc toc toc. Y se abre la puerta. Sigue oyendo el mismo ruido de ayer, agua corriendo y salpicando en un charco. Y lo primero que hace el fontanero es mirar: sí, lo que puso ayer está soltando agua a mansalva. Se dirige a la mujer:
- ¿Se le olvidó donde estaba la llave de paso?. Esto está otra vez inundado (luciendo media sonrisita)
- Ays… es verdad…… ¿dónde estaba?
- Aquí. Que no se le olvide
Cierra el fontanero la llave de paso y cesa la cascada. Bueno…, la mujer estaba nerviosa y con la mente en blanco, así que tampoco hagas mucha sangre con ella. “La clienta” siempre tiene la razón…

Una vez todo está arreglado, y viendo que quizá el trozo que puso ayer estuviera defectuoso, ahora se cerciora que el apaño está perfecto. Ok. No se cobrará nada por la visita de hoy. – Adios señora. Con esta vez creo que ya no volverá a pasar nada en tiempo.

Y, cuando está en el coche, repara en una llave inglesa que dejó en la encimera de la cocina. Vuelve al piso. Toc toc toc……………… ¿¿¿Otra vez sonando el agua cayendo??? Toc Toc Toc……… TOC TOC TOC. ¿Por qué no me abre? ¿Qué estará haciendo la señora?.
Los pensamientos del fontanero con el ruido del agua y no abriéndole la puerta le empiezan a inquietar. ¿Y si es una zumbada que estropea a propósito la tubería para que vaya él a verla?. TOC TOC TOC. - ¿SEÑORA, ESTÁ AHÍ? Nadie contesta.

Baja el fontanero a portería, y se encuentra al portero y su mujer.
- Verán… Soy el fontanero y ya vine ayer, y ahora he venido hoy para hacer un arreglo en el piso 2º B, en la vivienda de una señora…. De hecho he estado en su casa hace 5 minutos, pero me he dejado la llave inglesa y vuelvo…, pero no me abre, y me mosquea mucho porque estaba oyendo como corría el agua de una tubería que ya había arreglado…….
- ¿Dice usted 2º B?
- Sí… 2º B. Una señora…, peculiar…., que me ha recibido con bata a cuadros y rulos….

Los esposos porteros se miran entre ellos con una seriedad pasmosa. Pero no dicen nada. El portero coge la llave del 2º B y sale escaleras para arriba. Suben todos hacia la vivienda

- Curiosamente, ahora no suena el agua…, (dice el fontanero), pero la he estado oyendo hace un par de minutos.
Abren la puerta y un golpe de aire levanta el polvo acumulado. Está todo cerrado, huele a cerrado, a oscuras. El portero abre la persiana y entra la luz.

- Pero, pero, pero….., ¿es esta la planta? (sale el fontanero al portal para comprobarlo). Sí…, es el 2º B. Pero yo he estado hace unos minutos aquí. Ahora no hay muebles, los papeles pintados se están cayendo, huele a cerrado.

Los porteros están con cara de póker. Ni hablan entre ellos, ni se mueven viendo al fontanero hiperactivo recorriendo la casa. Éste entra en el baño. No hay charco, no hay agua, ni siquiera hay suministro. – Es imposible, si yo he estado hace un momento……

Ahora habla el portero
- Este piso lleva cerrado dos años. ¿Cómo dice que ha estado aquí hace unos minutos?
- Se lo digo como que estoy ahora. Allí en la cocina, en la encimera, está mi llave…

La llave inglesa del fontanero, reluciente en una encimera llena de polvo. Vuelve a hablar el portero, que tras ver la llave inglesa, ha empalidecido:

- Este piso lo ocupaba una señora como la que nos ha descrito…, pero hace dos años se escurrió en el cuarto de baño y se desnucó. Empezó a acumularse el agua en el lavabo que hizo una gotera en el piso de abajo. Como nadie contestaba del 2º B, entramos y encontramos su cuerpo muerto con el agua saliendo bajo la puerta. Desde entonces nadie ha ocupado este piso.

Cogió el fontanero la llave inglesa y bajaron los tres sin decir palabra.