Lectura refrescante

por Rocinante Dom Ago 22, 2021 12:50 pm

COSAS DEL INVIERNO

Nunca me había pasado, y mira que he tenido perros, y he pasado enviemos duros, pero lo del otro día fue tremendo.
Andaba yo con mi mascota, como siempre paseando, pensando en los foros de Internet y mi canino, mi colmillo no, el perro, olisqueando aquí y allá, buscando rastros de otros perros para además de dejarse olisquear sus zonas eróticas, dejar su huella en forma de liquido elemento, cuando me tope a voz en pronto (como las novelas antiguas) con mi amigo Vicente, "Karmeliya" como le llamamos.
Compañero del curro y amigo de aventuras y abordajes. Mi amigo además de tener una "venilla" mas bien que pierde aceite, mas que un Pegaso antiguo, casca, raja como un vendedor ambulante, como un político en épocas de elecciones, como una suegra despechada, o como una portera aburrida,... no para, es una maquina parlante pero con patas.
Hablar con mi amigo no es hablar, es solo escuchar y a veces si puedes, y si se tiene ocasión, decir si o no, porque el se encarga de todo, de las respuestas, del parecer de los dos, de la opinión, de todo. Estábamos a menos dos grados, pero la temperatura a aquella hora de la tarde bajo aun mas, de forma que las horas pasaban allí de pie en la calle, y mi perrilla cansada de la espera, y quizás adormecida por la musiquilla continua que le venia desde arriba, se sentó junto a mis zapatos.

Y pasaban las horas y yo notaba que una bolsa de plástico que llevaba colgada de los dedos, me estaba cortando la circulación, el frio era insoportable, por lo que aprovechando un respiro del "Karmeliya" le dije adiós y salí corriendo, pero la penilla no andaba, así que pensando que estaba cansada, la cogí en brazos y cargué con ella hasta el chabola, una vez allí comprobé que además que los yogures que llevaba en la bolsa habían caducado, la perrilla no se movía, se mantenía de pie en la misma posición que en la calle. Con los ojos vidriosos, el pelo tieso, y el rabo y las orejas como rígidos y duros, como barras de hierro.

Mi perrilla estaba tiesa, congelada, como un témpano, como un cubito, que barbaridad! había que hacer algo, si no quería quedarme huérfano de mascota perruna, entonces encendí la estufa, y como si el animal fuera de madera, o de yeso, tieso y rígido, la arrimé y poco a poco, y con el calor su aspecto fue cambiando, empezó a sacar la lengua, a mirarme con desprecio, y a mover lánguidamente el rabo, estaba salvado, pero desde entonces ha dejado de hablarme.

Rocinante