AQUELLAS POBRES MONJITAS

AQUELLAS POBRES MONJITAS

Habían llegado al barrio, a la pequeña ciudad de entonces, hacia de esto ahora muchos años. Aparecieron de la noche a la mañana sin hacerse notar, y sin que nadie las viera llegar.

Una mañana los vecinos vimos que en la casucha abandonada del huerto de "la Cubana" había alguien viviendo. Los nuevos y misteriosos inquilinos, eran
tres monjitas que no se dejaron ver hasta el domingo en la misa de diez, Fue entonces cuando el Monse Ramón, el cura de aquellos años, el que desde el atrio nos explicó el motivo de su llegada y la presencia inesperada de aquellas silenciosas y tímidas mujeres entré nosotros.

Provenían de un convento lejano del que salieron para fundar una delegación de su orden y difundir con su trabajo y sacrificio la fe en cristo, la caridad, y la humildad en otras tierras.

A todos nos pareció de maravilla aquella iniciativa, y aún más porque por aquellos años aquel era un barrio de pescadores, con mucha necesidad y falta de todo. Entonces como pago anticipado a los buenos deseos de aquellas humildes mujeres, los padres de familia de aquella sencilla comunidad, se ofrecieron para reparar la casa y adecentarla para que la estancia indefinida de aquella buenas mujeres fuera lo mas cómoda posible.

Y no falto de nada, dentro de los pocos medios de que disponían, se le amuebló la casa, se le llevo ropas, las mujeres le pusieron cortinas a las recién pintadas ventanas y en pocos días, la antes ruinosa y abandonada casa, del descampado de la "Cubana" cambió totalmente,

Mientras las monjitas comenzaron su labor de visitar enfermos, y
ancianos, e interesarse por los problemas de las familias. Poco a poco se fueron organizando y pronto repartían ropas y comida que pedían y recibían de los comercios de la cercana ciudad. Pero tenían muchos gastos, el alquiler, el agua, la electricidad.

El Monse nos lo hizo saber, en el sermón del Domingo Eran muchas las dificultades con las que se enfrentaban aquella pequeña comunidad que no disponían de ningún ingreso propio, solo de la caridad de los demás. Y pronto se hicieron gestiones en el Ayuntamiento, y en el Obispado, y hasta se visitó a la "Cubana" la propietaria de la casa y el terreno que la rodeaba, y que la llamaban así porque se tuvo que venir de Cuba cuando lo del Fidel Castro.

Esta, de mala gana y a regañadientes les perdonó el alquiler a cambio de sus cuidados, pues esta era una mujer ya mayor y estaba provisionalmente al cuidado de una sobrina. Y así, llamando y pidiendo aquí y allá, se consiguió no sin mucho trabajo y contratiempos conseguir librar de pagos e impuestos a
aquellas pobres monjas.

Y el tiempo fue pasando, y la comunidad de hermanas en cristo creció, llegaron más hermanas, y como había mucha falta de guarderías y escuelas se habilitó la primera planta de la casa para cuidar a los niños del barrio. Mientras el barrio cambiaba a marchas forzadas por la industria que se radicaba y echaba raíces en sus terrenos.

Había mucho trabajo, buenos sueldos, se hicieron pisos nuevos, nuevas líneas de autobuses que hacían más cercanas la ciudad, y la casa de las monjas se convertía en poco tiempo en guardería y escuela después, ocuparon los terrenos colindante y, edificaron, seguramente con los pagos que cada familia abonaban mensualmente por la escolarización de sus hijos, y aquel colegio modesto que fue un día, fue creciendo al compás del barrio, y ahora hasta tenia profesores
seglares para cuyos automóviles se habilitó un aparcamiento.

Ya no quedaban pobres en el barrio, ya no quedaba aquella miseria de antaño, por lo que aquellas monjas solo salían de su colegio para asistir a misa cada día.
Todo cambio en pocos años, la "Cubana" al morir, en pago a sus cuidados y porque no tenia familia cercana, le lego la propiedad de los vastos terrenos que poseía a aquella comunidad de hermanas de la caridad.

Y el sencillo colegio se convirtió un día en un soberbio edificio de tres plantas de altura con capilla incluida que les evitaba a las hermanas salir a tomar la comunión a la iglesia cercana. Ahora era el joven Monse Luis el que venia a su capilla, Las hermanas mayores  murieron y las que les siguieron en su apostolado eran completas desconocidas para los vecinos, que ahora solo conocían a los maestros que atendían a los niños.

El soberbio edificio del instituto de las monjas como ahora se le conocía, en el barrio destaca por su modernismo. Tiene un vasto y nutrido plantel de profesores, los de idioma son nativos de su país.

Unas soberbias aulas con lo mas adelantados en equipos de informática, laboratorio, biblioteca, y un esplendido campo de deportes, Por su prestigio, acuden a sus esplendidas aulas lo mejor y los vástagos de los mas pudientes de la ciudad, que desde allí pasan a la Universidad.

La entrada, el vestíbulo, es de un hotel de cinco estrellas y su conserje viste un flamante uniforme, Así que cuando algún anciano y antiguo pescador del barrio, pasa por la puerta y ve ese lujo y esa importancia dice, mas bien exclama.

¡¡¡¡¡¡¡¡Jueeeeerrrrrr con las pobres monjitas¡¡¡¡¡¡

Rocinante Copryng00o00 Eu/